martes, 30 de noviembre de 2010

 BLESS 
                                                                MY      

 SOUL! 



martes, 23 de noviembre de 2010

L'Aquila

Después de esa abertura inevitable no había nada. Nada de lo que él recordaba como algo, como suyo.
La cubierta (la agresiva, la determinante) lo separaba de ese más acá que para él era tan más allá.
Y resuelto tras ese mostrador, alimentaba a todos con ese sustento que era lo único que le hacía sentir que seguía estando acá, en casa. Antes de que ese enojo natural los hubiese sacudido, arrancando sus cimientos, y desgarrando sus vínculos.
Así, esperaba que esos momentos separados del tiempo que lo esperaban rodeando esas cuatro paredes, se combinaran con ese olor a ajo y tomate, y así, la próxima vez que hiciera girar ese picaporte, del otro lado iban a estar ellos y con ellos las paredes y el empedrado. La señora, el gato y la maceta. Las naranjas, el diario y el bar. El viento, el timbre y las horas.


domingo, 21 de noviembre de 2010

Que te extraño sería inapropiado, porque "mío" no fue un adjetivo que se haya parado en medio de nosotros dos.
El conformismo me molesta, tanto como los espacios vacíos y el dejo a tristeza.
No te conozco, pero sé quién sos y el hecho de que seas tan tangible solo me duele un poco más que saber que sos algo más que imposible y algo menos que real.



The earth is made of dirt and wood
And I'd be water if I could
I live in a dream

 

lunes, 8 de noviembre de 2010

Factores de Personalidad


Ninguna época es perfecta, ni ningún perfecto es propiedad. No es perfecto el tiempo, ni lo somos nosotros. Y qué inocente yo, pensando que esto me iba a acercar un poco más hacia vos. Me siento y me escucho, pero no me encuentro en lo que digo, ni me encuentro en esos ojos que me pasean sobre mí, los mismos que alguna vez me ayudaron a entender que eso es lo que es porque lo tengo enfrente mío. Creo en lo que dice él y en lo que dice ella. Creo en su simil-perfección y asumo con gusto todo lo que me ofrece. Atiendo a su cátedra de cómo se hace para estar en lo perfecto, basándose en la no-perfección y sin nombrar la palabra ni una sóla vez.
Me piden que me separe, que te deje ir, que no sos más que un recuerdo, casi un ligamento que me ata a la niñez, sin dejarme progresar. Yo les creo, pero sos tan mía como mis brazos y mis ojos. Tan mía como la costumbre de abrazar la almohada cada vez que me voy a dormir. Sos tan mía como mis ganas mismas. Tan mía como mi deseo, y te necesito tanto como a mi consciencia. Y si te dejo ir nada me va a separar del inmenso mar de células que atadas entre sí forman un cuerpo de límites. Vos me ayudás a que este charco que me provee de vida no se agote, sin él yo no sería más que un montón de energía. Cada día te encuentro cuando me voy a dormir, y juego con vos hasta que me acaricia el sol. Ruego que mis pestañas se despeguen y sigas estando ahí, buscándome y confirmando que todo lo que me mostraste, es tan certero como el vino y el amor. Pero hasta ahora eso nunca pasó, y hoy me toca descubrir que no puedo vivir esperando el momento en el que nos encontremos en lo tangible, por más triste que sea voy a tener que admitir que no es cuestión de tiempo. Tal vez es hora de admitir que ninguna época es perfecta, ni ningún perfecto es prioridad.

Fenómenos Psicofisiológicos

Les agradezco la furia, el enojo y la emoción. Les agradezco el silencio y el grito. Les agradezco el abrazo de gol y el brazo partido. Les agradezco mi llanto, mi voz, mi impulso y mi alegría. Les agradezco este nudo en la garganta que todavía no se va. Les agradezco la expectativa, las ganas de gritar y los 432000 segundos que conté, escribí y almacené entre uno y uno. Les agradezco el orgullo y las lágrimas. Les agradezco que hoy en mi cuerpo no reine un ápice de humillación, sino todo lo contrario. Les agradezco el ritmo de mi respiración cuando son ustedes los que están enfrente y les agradezco ese sonido que es mi bienestar. Les agradezco que caerse no tenga que existir, y que el verlos levantarse sea sentir que no me ahogo más. Les agradezco el saber que no es un final, y les agradezco querer vivir para volver a empezar.

Restablecimiento de la Salud

"Te transformaste en un todo. Un todo lleno de nada que descose una parte de mi pasado y la deja abierta, deshilachándose en mi presente.
Un todo que lleva de polizón un poco de lo que soy y ni siquiera le importa.
Porque yo no soy la cantidad necesaria.
Buscame cuando te des cuenta de que tal vez lo soy y el resto son la cantidad que necesitan los demás."



Ese día, mientras se acercaba la noche, me di cuenta que otra vez lo comenzaba a extrañar.
Necesitaba escucharte cantar, pichón. ¿Dónde estabas cuando mis oídos se deshacían llamándote a vos? Ya no importa. O no debería. ¿De qué serviría llorar unas cuantas veces más? Si tu melodía va a seguir formándose entre mis comisuras y cada vez que me muerda la lengua. No, esta vez tiro la toalla. Y mirá que cuesta darse cuenta. El brazo propio no siempre encaja donde el otro ya dejó su marca. Pero como ya te dije antes, es como la plastilina. Acercame esa silla. Vení, sentate y cantame otro ratito.
Pasan los días y me doy cuenta de que tu recuerdo se va apaciguando. Sos algo más sereno hoy. Pero casi sin querer, me di cuenta de que conforme te apaciguás, te asentás. Cada vez sos algo más propio de mi anatomía, y hoy ya no sé cómo deshacerme de esa 25ava costilla. Protegés y encerrás mi corazón. Te pedí que te fueras, pero ya estabas soldado a mi cuerpo, pichón, y hoy dejarte ir es perder el equilibrio. ¿Y si me cantás un ratito más? No me importa que no contestes, me acostumbré a hablar sola desde el momento en el que supe que te ibas a ir.
Y de cuando en vez, en esos momentos en que rozo sin querer alguna jaula vecina, y me dicen que tu andar adorna otros cielos, y que ese cantar hoy lo tararean otras bocas, mis palmas soportan la incisiva presión de mis dedos y mi cuerpo la de mi rencor. En esos momentos es cuando pienso, hoy sí, pichón, hoy te dejo ir. Pero cuando estoy limpiando tu jaula, y recobrando soberanía sobre el que era tu alpiste, algún pájaro inocente e ignorante de mi pesar se apoya en mi zaguán y te juro, pichón, que siempre huele igual que vos. Ahí es cuando mis costillas se cierran haciendo presión, interpretando que mi siguiente acción será escapar de mí (a veces quisiera que no se diesen cuenta, que ignorasen mis intenciones, que me dejasen probar si realmente es posible dejarme atrás) y yo me vuelvo a acordar. O mejor dicho, vuelvo a sentir. A sentirte. Vuelvo a sentirte en mí. Entonces abrazo la jaula, y con el cuidado que recibiría una lámina de cristal, la vuelvo a colgar en su lugar, y dejando la puerta entreabierta espero todas las noches. Espero que me despierte tu armonía rodando por mi cuerpo, cubriendo mis costillas y volviéndome a abrazar. Cada mañana un poco sin querer, un poco queriendo, me arrastra. Cuántas veces habré preguntado a dónde, para que ese agudo silencio me dejara muda otra vez.
Pero me estoy empezando a cansar, pichón. Y esta vez parece que tus notas te llevaron muy lejos. Creo que llegó la hora de sacarle el polvo a mis cuerdas vocales. ¿No te querés quedar a escuchar mi canción? Esta vez quiero cantar yo.

Diccionario de Sinónimos-

Mientras intento enfrentarme con lo que creo que sé de vos, juego a creerte. Juego a que vos creas que yo creo lo que vos me hacés creer. Y así ellos, que los tengo enfrente, te creen, porque yo les hago creer lo que vos querés que yo crea. A pesar de todo vos seguís parodiando situaciones, haciendome creer que las cosas son tan claras como yo creía que eran, y así de a poco vamos perdiendo los roles. Yo te creo a vos y vos seguís creyendo en mí. Cuando la obra empieza me contás algo que vos crees secreto. Una mitad se niega y la otra te cree. Una mitad escucha creyendo y la otra escucha creyendo lo que cree escuchar. Y así cuando estamos en el medio, creemos encontrarnos con un dilema que tal vez no es tal. – Pero yo creía que era así. – Sí, yo creía que era como creí en un principio que iba a ser. Al final no era. Yo creía que sí. Vos crees que yo sigo con atención tus malabarismos, pero no te das cuenta que yo hace rato perdí la cuenta, siempre creyendo que iba un paso detrás tuyo. Crees que lo mejor es bajar las pelotas y sentarte a convencerme, yo creo que vos sabés y crees en lo que crees, así que me siento y te escucho. Mientras estás llegando al final de tu parlamento, mientras crees que yo ya no tengo oportunidad de duda, te parás y me invitás a tu escenario, creyendo casi convencida que no puedo decir que no. Crees que no tengo fundamento, y yo creo que voy a subir porque quiero hacerte creer que te creo. Me das un triciclo y vos te subís a otro, creyendo que yo jamás podría creer que los triciclos no son perfectos. Me subo y te creo seguir. Inventás un ritmo y crees que yo no me acuerdo de los que están enfrente, yo pedaleo y creo ignorar a los demás mientras te hago creer que yo no creo que ellos estén ahí. Tantas sonrisas regalás, y yo me creo mejor y te empiezo a ignorar, mientras creo que no me mirás. No me estás mirando, porque crees que yo no te quiero mirar, mirás a los demás y crees que ya me creyeron, que te podés ir, total todos te creen, te creemos, te creyeron y creerán, entonces nuestras ruedas se cruzan, impactan y nos hacen caer separadas, solas, creyendo ambas que lo peor que alguna vez creímos que podría pasar, pasó. Me levanté, yo creía que vos te habías ido y vos creías que yo nunca más te iba a volver a creer, pero me pare y te busqué, creía que nunca más te iba a encontrar. – Creí que te había pasado algo. – Yo también creí eso. Nos sonreímos y volvimos a empezar, qué trabajo arduo que es entenderte.

Y de Nadie más.

   
Todos imaginamos, vivimos imaginando,
la imaginación es un ritmo constante que alimenta
y atormenta al subconsciente.

y sin poder darle un fin, convertimos en reales
trazos de la conciencia.
Pero no es cuestión, tampoco, de dejarse llevar
porque confundirse, toma solamente
una medida de tiempo entre un segundo y un quiebre.


(te reto a que la frenes)

El Egoísmo es Halagador.

Te vi y contuve la respiración. Mientras despreocupado recorrías mi espina dorsal, yo trataba de esquivar el espacio que te contenía. Sabía que igual iba a ser inútil, porque figurabas en el radar de mi anatomía. Mientras erizados mis brazos, se enredaban en los circuitos de alguien más, vos tensionabas mis vértebras y me hacías mirarte aunque no pudiera. El pasto era cada vez más verde, pero aunque bailase, se quemase o lloviese a mi alrededor, no había manera de que opacara tu presencia en mis flancos. Me moví, salí, y accedí. Me saqué sonrisas y las cosí a la velocidad de la luz en mis conversaciones. Te salteé cuando buscaba la derecha y también cuando buscaba la izquierda. Te salteé cuando no encontraba mi frente, ni mi espalda, y te salteé cuando las palabras te señalaban. Te salteé también, cuando mi mente trataba de entender qué buscaba, qué no podía encontrar y hacia dónde miraban las palabras. Continué y corrí y me despreocupé de vos, siempre atenta a mi ignorancia. Dejándote a un costado satisfice todas mis necesidades vitales, mientras obviaba a la más importante. Alguien gritaba mientras lo leía un grabador que la dejes de engañar, que le digas la verdad. Y así mientras te ignoraba, me preguntaba si me estarías escuchando. Pero el desmoronamiento de esa estantería interminable de lógica y esfuerzo que yo con tanta dedicación había armado, empezó y terminó cuando en un giro me di cuenta. Me di cuenta que para vos la obviedad y la ignorancia eran tan naturales como seguir vivo. En ese momento caí en la cuenta de que mi mente puede ser una planta carnívora, un círculo vicioso e inacabable, un remolino que arrastra, un monstruo que se retroalimenta de sí mismo y uno: el condenado cable a tierra. Y se parece tanto a un gato que dormido sobre nuestro regazo ronronea por períodos eternos, dándonos calor y recordándonos qué lindo es ese microsegundo en el que fuimos necesitados con amor. Hoy ya no puedo escuchar tus canciones, ni ver tus paredes. Me molesta tocar tus telas o ver tus colores. Odio la textura de tu piel y me molesta abrazar tus costillas cada vez que me voy a dormir. Me duele recordar tus pasos cuando veo tu piso, o que todavía resuene el eco de tu voz en éstas, tus habitaciones. Y me gustaría que este cuello que alguna vez fue mío, olvide tu aliento.
- Entonces te querés olvidar - me replicó.
- No, simplemente no quiero que exista.
- Es un concepto muy parecido - me dijo, mientras se acomodaba junto a mi clavícula. Pero al enfrentarse con mi silencio me indagó:
- ¿Por qué no querés que exista?
El silencio volvió a formarse, pero yo sabía muy bien lo que quería decir.
- Porque no quiero que exista sin mí.




- I wonder how tomorrow
 
could ever follow today -

 

jueves, 4 de noviembre de 2010

vivirte sin querer, Otoño, dos veces.

No, no lluevas, París, que llorarte no me cuesta nada.
No me robes lo poco que tengo de vos, yo ya dejé todo lo que era mío y te pertenecía.
Pero de eso se trata, no?
El constante intercambio te permitió entender, que tu trabajo es dejarte extirpar ese olor a música y adoquín.
Y así pasás a ser parte de ellos, tan propia como su mismo aliento.
Eso vos deberías saberlo bien.
Dejar y así crear la oportunidad de poder venirlo a buscar.


si yo digo que la foto no es cliché es porque la foto NO es cliché