
Me piden que me separe, que te deje ir, que no sos más que un recuerdo, casi un ligamento que me ata a la niñez, sin dejarme progresar. Yo les creo, pero sos tan mía como mis brazos y mis ojos. Tan mía como la costumbre de abrazar la almohada cada vez que me voy a dormir. Sos tan mía como mis ganas mismas. Tan mía como mi deseo, y te necesito tanto como a mi consciencia. Y si te dejo ir nada me va a separar del inmenso mar de células que atadas entre sí forman un cuerpo de límites. Vos me ayudás a que este charco que me provee de vida no se agote, sin él yo no sería más que un montón de energía. Cada día te encuentro cuando me voy a dormir, y juego con vos hasta que me acaricia el sol. Ruego que mis pestañas se despeguen y sigas estando ahí, buscándome y confirmando que todo lo que me mostraste, es tan certero como el vino y el amor. Pero hasta ahora eso nunca pasó, y hoy me toca descubrir que no puedo vivir esperando el momento en el que nos encontremos en lo tangible, por más triste que sea voy a tener que admitir que no es cuestión de tiempo. Tal vez es hora de admitir que ninguna época es perfecta, ni ningún perfecto es prioridad.